Los fondos de inversión se han trasformado en una muy relevante alternativa para enfrentar uno de los debates económicos y sociales más importante del Chile de los últimos años como es la necesidad de reformar el sistema previsional. En el diagnóstico generalmente compartido de las bajas jubilaciones están por un lado las lagunas previsionales, los niveles de salarios, así como la mayor esperanza de vida de los chilenos.

Sin embargo, uno de los aspectos que se conoce menos en la discusión pública es la caída sistemática que han mostrado las rentabilidades de los fondos administrados, lo que impacta directamente en la disponibilidad de recursos para la jubilación. Al observar las rentabilidades anuales obtenidas por el promedio de todos los fondos de AFPs, corrigiendo por inflación, se observa que estas caen desde 12,4% en los años 80, a 9,6% en la década del 90, para luego llegar a un 5,3% en los años 2000 y, finalmente, a un 4,3% desde el 2010 hasta la fecha.

El impacto que significa acceder a rentabilidades promedio menores es muy significativo en los montos acumulados disponibles para la jubilación. Por ejemplo, si se hubiera esperado que las rentabilidades promedio de los años 90 se mantuvieran por 40 años en 9,6%, un trabajador cotizando por un millón de pesos (reajustado por inflación), lograría acumular un fondo de casi 250 millones de pesos para su jubilación. Sin embargo, si la rentabilidad promedio fuese la de los últimos 8años (4,3%anual), para el mismo sueldo real, el monto acumulado para jubilar no llegaría a los 90 millones de pesos.

Bajo este escenario, los fondos de inversión públicos al amparo de la ley 20.712 han permitido ampliar el espectro de activos donde las AFP pueden invertir. Esto ha generado la posibilidad de acceder a clases de activos con expectativas de mayor rentabilidad que los activos más tradicionales, aunque típicamente con menor liquidez.
Estas son buenas noticias para las jubilaciones, si bien es sabido que a mayor rentabilidad es probable que se asuma también mayor riesgo. Entre los desafíos que enfrentan quienes invierten en estos fondos está el identificar y mitigar adecuadamente los posibles mayores riesgos.
La organización y gobernanza de los fondos ha previsto los mecanismos de mitigación de estos riesgos. El fondo es administrado por una sociedad anónima especial, supervisada por la CMF. Existe una política de inversión, que se encuentra en el reglamento interno del fondo, y existe un comité de vigilancia, escogido por los aportantes del fondo.

ROL CLAVE EN EL CONTROL Y SEGUIMIENTO
El comité de vigilancia juega un rol clave en el control y seguimiento de la gestión del fondo, vigilando que se cumpla el reglamento interno y la normativa vigente. Dicho comité debe entregar un informe anual a los aportantes, identificando cualquier situación anómala, o riesgos en que incurra la administradora del fondo, así como del gestor internacional de éste. Adicionalmente, el comité de vigilancia elabora un cuestionario detallado para los auditores externos del fondo y debe interiorizarse sobre el procedimiento utilizado por los valorizadores de los activos del fondo.

En resumen, el comité de vigilancia debe ser quien logre establecer los mecanismos de control de gestión, que permitan identificar adecuadamente los principales riesgos, y eventuales conflictos de interés, y sugerir los procesos que permitan mitigar estos riesgos. Este rol ha ido creciendo en potencia y relevancia en los últimos años, perfeccionando sus procedimientos, así como sus herramientas de control. Aún quedan mejoras por implementar en la infraestructura de control de los fondos, y la industria y el regulador trabajan en el fortalecimiento de este rol.

Los comités de vigilancia cargan así con la responsabilidad de apoyar la institucionalidad de control que permita expandir las posibilidades de inversión de los institucionales, con riesgos acotados, en busca de mayores rentabilidades esperadas.

Fuente: “Ediciones Especiales, El Mercurio

{:}{:en}Investment funds have become a very important alternative to face one of the most important economic and social debates in Chile in recent years such as the need to reform the pension system. In the generally shared diagnosis of low retirements are on the one hand the pension gaps, wage levels, as well as the longer life expectancy of Chileans.

Sin embargo, uno de los aspectos que se conoce menos en la discusión pública es la caída sistemática que han mostrado las rentabilidades de los fondos administrados, lo que impacta directamente en la disponibilidad de recursos para la jubilación. Al observar las rentabilidades anuales obtenidas por el promedio de todos los fondos de AFPs, corrigiendo por inflación, se observa que estas caen desde 12,4% en los años 80, a 9,6% en la década del 90, para luego llegar a un 5,3% en los años 2000 y, finalmente, a un 4,3% desde el 2010 hasta la fecha.

El impacto que significa acceder a rentabilidades promedio menores es muy significativo en los montos acumulados disponibles para la jubilación. Por ejemplo, si se hubiera esperado que las rentabilidades promedio de los años 90 se mantuvieran por 40 años en 9,6%, un trabajador cotizando por un millón de pesos (reajustado por inflación), lograría acumular un fondo de casi 250 millones de pesos para su jubilación. Sin embargo, si la rentabilidad promedio fuese la de los últimos 8años (4,3%anual), para el mismo sueldo real, el monto acumulado para jubilar no llegaría a los 90 millones de pesos.

Bajo este escenario, los fondos de inversión públicos al amparo de la ley 20.712 han permitido ampliar el espectro de activos donde las AFP pueden invertir. Esto ha generado la posibilidad de acceder a clases de activos con expectativas de mayor rentabilidad que los activos más tradicionales, aunque típicamente con menor liquidez.
Estas son buenas noticias para las jubilaciones, si bien es sabido que a mayor rentabilidad es probable que se asuma también mayor riesgo. Entre los desafíos que enfrentan quienes invierten en estos fondos está el identificar y mitigar adecuadamente los posibles mayores riesgos.
La organización y gobernanza de los fondos ha previsto los mecanismos de mitigación de estos riesgos. El fondo es administrado por una sociedad anónima especial, supervisada por la CMF. Existe una política de inversión, que se encuentra en el reglamento interno del fondo, y existe un comité de vigilancia, escogido por los aportantes del fondo.

ROL CLAVE EN EL CONTROL Y SEGUIMIENTO
El comité de vigilancia juega un rol clave en el control y seguimiento de la gestión del fondo, vigilando que se cumpla el reglamento interno y la normativa vigente. Dicho comité debe entregar un informe anual a los aportantes, identificando cualquier situación anómala, o riesgos en que incurra la administradora del fondo, así como del gestor internacional de éste. Adicionalmente, el comité de vigilancia elabora un cuestionario detallado para los auditores externos del fondo y debe interiorizarse sobre el procedimiento utilizado por los valorizadores de los activos del fondo.

En resumen, el comité de vigilancia debe ser quien logre establecer los mecanismos de control de gestión, que permitan identificar adecuadamente los principales riesgos, y eventuales conflictos de interés, y sugerir los procesos que permitan mitigar estos riesgos. Este rol ha ido creciendo en potencia y relevancia en los últimos años, perfeccionando sus procedimientos, así como sus herramientas de control. Aún quedan mejoras por implementar en la infraestructura de control de los fondos, y la industria y el regulador trabajan en el fortalecimiento de este rol.

Los comités de vigilancia cargan así con la responsabilidad de apoyar la institucionalidad de control que permita expandir las posibilidades de inversión de los institucionales, con riesgos acotados, en busca de mayores rentabilidades esperadas.

Fuente: “Ediciones Especiales, El Mercurio

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